jueves, 20 de junio de 2013

LAGRIMATERAPIA Y HOMEOPATÍA

El doctor Samuel Hahnemann siempre deseó encontrar un remedio único personal y exclusivo del ser humano. Para él debía haber, sin duda, un elemento que cumpliese a cabalidad la similitud entre enfermedad, y  remedio, que debería producir la reacción sanadora. De hecho, el actual padre de las medicinas, Hipócrates, decía que habían dos formas de sanar: una era por la ley de los contrarios y la otra por la ley de la similitud. La primera postula que un medicamento generalmente en altas dosis, debe producir una reacción contraria al problema que está sufriendo el enfermo y de esta forma aliviar sus malestares. La medicina alopática, ortodoxa y oficial, es la que practica este tipo de sanación con la aplicación de elementos que producen un efecto contrario al problema que padece el enfermo: si tiene fiebre se le da un antipirético, si es una depresión; un antidepresivo, si es una inflamación; un antiinflamatorio, si es insomnio; un somnífero Pero, tal como lo postulaba Hipócrates de esta forma sólo se consigue un alivio de la enfermedad, en cambio en su tesis decía que lo similar cura la enfermedad. La medicina homeopática emplea esta ley de sanación y en pequeñas dosis para no producir efectos iatrogénicos en el organismo. El doctor Hahnemann investigó una gran cantidad de elementos que en el hombre sano producían síntomas similares a los que ese mismo producto diluido muchísimas veces lo cura, empleando en este caso la ley de similitud y cuyo precepto dice: “Similia similibus curentur” lo similar “cura” la enfermedad.

Qué más similar que las lágrimas para el ser humano que vienen impregnadas en sus moléculas con toda la similitud de las emociones, que les hacen brotar y en dosis tan diluidas los convierten en elementos energéticos difíciles aún de detectar. La Lagrimaterapia entonces, utiliza de forma natural lo que el actual padre de las medicinas decía 460 años antes de Cristo y cuya sabiduría era tan especial que también aseguró que la verdadera sanación del ser humano, llegaría desde dentro de su propio cuerpo enfermo. Dos gigantes de la medicinas Samuel Hahnemann e Hipócrates, sin duda, conocían la verdadera naturaleza de las enfermedades y cómo es posible curarlas.


Hoy debemos dar las gracias a Dios por entregarnos el conocimiento del poder sanador de las lágrimas que vienen desde el interior de cada ser, con los elementos adecuados para producir lentamente, a través de un tratamiento consciente con ellas, lo que nos devolverá la verdadera sanidad.

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